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On the road with Morrissey, on the boat with Antony

DSC02402Cuando la naturaleza que te rodea es arrolladora, es muy difícil describirlo pero lo realmente complicado es transmitir con palabras lo que sientes cuando ves lo que te rodea, cuando dejas un sitio que te ha llegado al corazón y cuando tienes que despedirte de gente con la que en muy poco tiempo has creado unos lazos especiales.

 

Dejar Pai me produjo una sensación intensa, parece que este sitio se me ha agarrado por dentro. A las 20h con mochila al hombro me dirigí a la estación de autobuses para comenzar la aventura laosiana. Cometí el error de comer, y mucho, antes de subirme al bus, la carretera es una sucesión de curvas cerradas, muy cerradas, que ponen a prueba la capacidad de cualquier estómago para contener la comida. Lo conseguí, lo cierto es que Morrissey me echó una mano, fui escuchando algunas de las canciones que mas me gustan. Dos horas de curvas y Morrisey, y la carretera comenzó a ser ya medio normal. En ese momento sonó en mi suffle una canción de la peli “la boda del Monzón” que me grabó Marta Lorrio hace ya bastante tiempo y que me da mucho subidón, “Chunari, chunari” http://www.youtube.com/watch?v=YKsH1cPNhDw
Sobre las 3 de la mañana, después de 6 horas de viaje, llegamos a Chiang Khon, una pequeña población en la frontera. Cerré con la agencia donde compré el billete de bus, el alojamiento aquí y creo que fue un acierto, ponerme a buscar a estas horas hubiese sido una locura. La habitación era de lo mas modesta, pero hubiese podido dormir en cualquier sitio. A las 7 de la mañana arriba, desayuno y cruzar la frontera en un barquito.

Después de varias horas, fui conociendo a mis compañeros de viaje
  • Konstantine una griega llena de energía, trabaja como guía turística y conoce más de medio mundo. Es una activista de los derechos humanos y da conferencias sobre los derechos gays y por la normalización de los distintos modelos de familia, me comentó que ha escrito un par de libros. Lo mejor de esta mujer es su sentido del humor y su risa contagiosa (aunque he podido ver también su mala leche mediterráne
  • Billy es su compañera de viaje, parece que se conocieron casualmente hace tiempo, se han hecho amigas por facebook y decidieron hacer este viaje juntas. B es griega también y está dirigiendo un resort en Ko thao, una de las islas del sur de Tailandia. Parece una de esas mujeres fuertes a las que no se las pone nada por delante, que a primera vista intimidan un poco pero que según las conoces tienen una personalidad tremendamente seductora.
  • Simon, un sueco que lleva viajando bastante tiempo y ha pasado los últimos dos meses en Pai. Su mochila tiene un tamaño descomunal y fuma como un carretero. Parece un tipo agradable.
  • Christine y Martin, una pareja de amigos alemanes, ella lleva más de un año trabajando de voluntaria en Malasia con personas con síndrome de down.
  • Una japonesa muy jovencita y bastante tímida que apenas ha cruzado unas palabras con nosotros.
El primer sitio al que llegamos de Laos es Huay Xai, según he leído era un importante punto de tráfico de opio y narcotraficantes,hoy parece ser un lugar mucho más tranquilo, donde los mochileros cogen el slow boat a Luang Prabang. Casi en la misma orilla del río hicimos los trámites del visado, fueron unos 35 dólares. Siguiendo las instrucciones de la Lonely Planet, cambié allí dinero, de baths tailandeses a kips laosianos. Me voy a volver loca con los billetes, redondeando y para hacerlo fácil, unos 10.000kips son un euro.
Konstantina, preguntó cómo podíamos llegar al slow boat y pronto nos enteramos que estaba a un kilómetro, así que tuvimos que coger una especie de tuk-tuk. Antes de subirnos, compramos agua y comida, íbamos a estar subidos en el barco unas 7 horas. El slow boat, es un barco alargado, con capacidad para unas 70 personas y gracias a dios con el techo cubierto, estamos en el monzón y lleva lloviendo toda la mañana. Elegimos unos asientos no muy atrás, el motor está en la cola del barco y cuanto más cerca, más ruido. Los asientos no están mal, realmente son los mismos de las furgonetas y se pueden reclinar un poco.
Una vez dentro no sabía si eso se iba a mover mucho, si el río iba a estar tranquilo, si nos íbamos a mojar con la lluvia… sin poder evitarlo, pensé en todos los inconvenientes con los que podría encontrarme. La realidad fue bien distinta, fueron unas horas geniales, el slow boat hace honor a su nombre y navega muy lento por el Mekong, los asientos resultaron cómodos, incluso para dormir un rato y la lluvia nos respeto.
El paisaje es espectacular, vegetación y mas vegetación, una gama de intensos verdes que van contrastando con los distintos colores del cielo, según esté más nuboso o soleado. No puedes dejar de mirar lo que te rodea, es como si la naturaleza se hubiese vuelto loca, por más fotos que tirase, ninguna hacia justicia a lo que estaba viendo.

De vez en cuando nos cruzábamos con una pequeña barquita, sorprende la fragilidad de estas embarcaciones y lo tranquilos que van sus navegantes. El slow boat iba haciendo algunas breves paradas y lugareños iban subiendo y bajando, pero la mayor parte de los pasajeros éramos turistas hacia Luang Prabang. No dejaba de preguntarme como sería la vida de los laosianos que íbamos viendo, es tan distinta a la nuestra que es difícil de imaginar.

La banda sonora de este trayecto en barco fue Antony and the Johnsons, no podía haber elegido mejor.
La primera parada antes de nuestro destino final fue en Pak Beng, donde pasaríamos la noche antes de seguir el viaje. Cogí una habitación cerca del embarcadero que compartí con las griegas, 10 euros al cambio con baño incluido. Este, por ahora parece ser el alojamiento más barato que he pagado, algo más de tres euros, una habitación sencilla, pero muy limpia y con unas camas cómodas.
Decidimos dejar las mochilas e ir a ver el pueblo antes que se hiciese de noche. El pueblo era una calle larga, con puestos, casas de comida y alojamientos. Pude ver las casas de sus habitantes, las puertas están abiertas y ves como se sientan en esterillas y alfombras en el suelo y cómo en muchas casas hay aparatos de televisión con programación tailandesa.
Teníamos algo de hambre, así que nos decidimos a sentarnos en lo que parecía una casa de comida donde había un grupo de hombres cenando. Cómo era de esperar, no había menú ni manera de tener una conversación que no fuese de dos o tres palabras en inglés, así que les dijimos medio en señas, medio hablando que queríamos arroz y carne. Esperamos pacientes la sorpresa cuando nos sirviesen la comida, mientras brindamos en griego, español y tailandés con unas Lao beers. Como casi siempre pasa, la comida estaba riquísima, no llegué a averiguar qué clase de carne comíamos, pero estaba muy sabrosa. Estas griegas son de lo más simpático y nos echamos unas buenas risas. Estuvimos hablando de la crisis en nuestros países, la monarquía y nuestra reina griega y del movimiento 15M.

Antes de ir a dormir, buscamos a Cristina y Martin para tomar unas cervezas en el que parecía ser “el único bar de la ciudad”, música occidental y unos cuantos falangs.
En el paseo calle arriba, calle abajo nos ofrecieron marihuana y opio en varias ocasiones, los laosianos hacen negocio vendiendo a los turistas y la policía recauda dinero de las multas.

Con el verde que he estado viendo todo el día clavado en mis pupilas, unas pocas agujetas de las risas y algo de cansancio del viaje, esa noche me fui a dormir como una bendita.

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Las mujeres jirafa y Chus Lampreave

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Otro día mas dispuesta a vivir nuevas aventuras. A las 8.30 pasarán a recogerme por la guest house para pasar un par de días en la montaña, así que tempranito arriba para hacer yoga y desayunar. Me fui a un mercado pequeño que hay en mi misma calle y comencé el desayuno con unos trozos de piña exquisita, empezar así el día es garantía de que todo va a salir bien.

En un minuto se puso a llover a cántaros, así que decidí seguir mi desayuno picoteando de la comida de los puestos. Como hoy voy de aventurera, pedí varias hojas de plátano para averiguar con que me sorprendían dentro, son como los sobres sorpresa, nunca sabes lo que te va a tocar. Estas hojas se utilizan para cocinar, envolver comida y armar cigarrillos, es delicioso el aroma que dejan en la comida, por otro lado, una manera mas ecológica de cocinar. La primera que comí, era un arroz glutinoso dulce riquísimo, la segunda un pescado con chili en cantidades superiores a lo que mis papilas pueden superar. Comerse eso para desayunar te garantiza la entrada al infierno, no por ser un mal acto, sino por igualarlo en temperatura. Con la lluvia, la camioneta que me recogía tardo una hora en llegar, cuando llegó me encontré un grupo de once caras desconocidas y expectantes como yo sobre que nos depararía el día. Antes de seguir os voy a presentar a mis compañeros de viaje, tuve una enorme suerte, el grupo era genial. No podía haber tenido mejores compañeros de viaje.

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  • Walter y Alice, una pareja de peruano y francesa residentes en Barcelona. Walter trabaja en finanzas, tiene facciones de rey Inca y cuando sonrie, que es todo el rato, sus blancos dientes resaltan sobre su piel morena. Alice es una preciosa francesa que trabaja en moda, va a desarrollar un proyecto muy interesante con una ONG, del que espero me informe cuando vuelvan a España.
  • Chi y Nathalie, dos canadienses de origen chino, ambos profesores. Una vez mas, se demuestra que la mayor parte de los canadienses son encantadores.
  • Bastian, un joven consultor danés (PriceWaterhouse) con muchas ganas de hacer el gamberro.
  • Pita, australiana, que va a pasar una año viajando y está en su primera semana. Es complicadísimo entender a los australianos, pero conseguimos comunicarnos.
  • Cédric y su chica, dos belgas menos comunicativos, les costó un poquito mas abrirse. Muy buenos en el trekking.
  • Laurence, no recuerdo de donde era, él, recien había terminado sus estudios y estaba de viaje. Tímido, pero también dispuesto a vivir la aventura.
  • Dos chicos coreanos muy jóvenes, yo creo que pareja, que no abrieron el pico. Autismo total que nos dió pie a algunas bromas. Nada que ver con mi amigo coreano David Lee, un tipo con gracia y energía y todo un seductor.

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Nuestra primera parada fue para ver a un poblado de mujeres jirafa, el sitio estaba totalmente preparado para los turistas. Las autoridades tailandesas han descubierto el filón que suponen estas mujeres para el público y han preparado un poblado que muestra cómo son y cómo viven. Lo cierto es que a pesar de esto, la visita es de los mas interesante. Son una minoria tibeto-birmana de la que muchos miembros huyeron a Tailandia, dispuestas a sobrevivir de lo que ofrecen los turistas, los reciben mostrando amablemente sus cuellos adornados con espirales de latón. Para ellas, esto es un símbolo de belleza que han mantenido a lo largo de los años. Muy trabajadoras, viven en una sociedad dominada por los hombres. Os dejo uno links que merecen la pena si tenéis curiosidad por esta tribu: Las Padaung, mujeres jirafaelmundo.es, y una radiografía que aparece en un artículo de National Geographic sobre como los collares no aumentan la separación entre las vertebras, si no que mueven la clavícula hacia abajo Neck animation Los comentarios que surgen giran en torno a la indignación por lo que estas mujeres sufren por llevar collares. No haría una valoración tan simplista, es su cultura y sus tradicciones, si pensamos en el atuendo femenino en occidente a lo largo de la historia, encontramos cosas realmente crueles para la comodidad y salud del cuerpo. Sin ir mas lejos, no hay mas que darse un paseo a las tres de la mañana por la Gran Vía y ver a las chicas caminar con tacones de doce centímetros que han llevado puestos durante horas. Lo que sí creo merece una reflexión, es la persecución y sufrimiento de este pueblo y la realidad que viven, estas mujeres al contrario que nosotras no pueden elegir si ponerse o quitarse el collar, es una cuestión de supervivencia.

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Después de parar en un mercado local, nos dirigimos a la zona donde daríamos un paseo en elefante de una hora por la selva. Estos animales son sobrecogedores de cerca y subirse a uno cambia la perspectiva de nuestro tamaño y fuerza. No es posible describir la belleza del paisaje desde lo alto del animal. Si los dioses se pasean, creo que lo hacen en elfante por la selva 🙂 En las fotos, una elefanta y dos cachorros, Alice y Walter en su paseo y un primer plano de mi gigantesco y precioso elefante.

A continuación el trekking, tres horas cuesta arriba por la montaña, con mil ojos y toda la atención del mundo en donde se ponen los pies. Lo volvería a hacer sin dudarlo. Genial cuando el camino era más fácil (a la dificultad se sumaba el suelo resbaladizo por la lluvia) levantaba la vista y no podía creer donde estaba. Eso sí, nunca en mi vida he sudado tanto. Nuestro guía, un tai majísimo, nos dió unos palos de bambú para ayudarnos en la subida y tuve un momento de risa para mis adentros pensando que nos decía la frase deChus Lampreabe en Mujeres al borde de un ataque de nervios, cuando entrega un palo a su nieto «Cuidalo, es un palo muy hermoso» una de esas míticas frases almodovarianas que no tienen precio.

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Cuando comenzamos a oir el ruido del agua de la cascada a la que nos dirigiamos, se nos abrieron las puertas del cielo. Un baño en ese momento era lo que mas podíamos desear. El lugar estaba concurrido, todas las agencias de la ciudad ofrecen estos recorridos, pero el sitio era precioso. Una horita para refrescarnos y a continuar. Llegamos al poblado donde ibamos a pasar la noche una hora más tarde, una pequeña aldea en lo alto de la montaña a la que no es posible hacer justicia con las fotos.

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La gente que vive allí, acoge a los turistas en sus casas de bambú. Construyen una habitación grande al lado de su vivienda y allí colocan unas colchonetas y unas mosquiteras. Cuando llegamos era de día y fuimos entrando en la ducha poco a poco.

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Después del esfuerzo, supo a gloria bendita. Me di un paseo por el pueblo antes de la cena y el paisaje era sobrecogedor. A las siete ya era de noche cerrada, y en un lugar sin electricidad, parecían ser las once, después de una cena riquísima estuvimos charlando un rato y nos fuimos a la cama. Creo que no me he acostado tan pronto desde que era muy pequeña. La frase ¡Buenas Noches! nunca ha tenido tanto significado como este día.