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Las mujeres jirafa y Chus Lampreave

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Otro día mas dispuesta a vivir nuevas aventuras. A las 8.30 pasarán a recogerme por la guest house para pasar un par de días en la montaña, así que tempranito arriba para hacer yoga y desayunar. Me fui a un mercado pequeño que hay en mi misma calle y comencé el desayuno con unos trozos de piña exquisita, empezar así el día es garantía de que todo va a salir bien.

En un minuto se puso a llover a cántaros, así que decidí seguir mi desayuno picoteando de la comida de los puestos. Como hoy voy de aventurera, pedí varias hojas de plátano para averiguar con que me sorprendían dentro, son como los sobres sorpresa, nunca sabes lo que te va a tocar. Estas hojas se utilizan para cocinar, envolver comida y armar cigarrillos, es delicioso el aroma que dejan en la comida, por otro lado, una manera mas ecológica de cocinar. La primera que comí, era un arroz glutinoso dulce riquísimo, la segunda un pescado con chili en cantidades superiores a lo que mis papilas pueden superar. Comerse eso para desayunar te garantiza la entrada al infierno, no por ser un mal acto, sino por igualarlo en temperatura. Con la lluvia, la camioneta que me recogía tardo una hora en llegar, cuando llegó me encontré un grupo de once caras desconocidas y expectantes como yo sobre que nos depararía el día. Antes de seguir os voy a presentar a mis compañeros de viaje, tuve una enorme suerte, el grupo era genial. No podía haber tenido mejores compañeros de viaje.

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  • Walter y Alice, una pareja de peruano y francesa residentes en Barcelona. Walter trabaja en finanzas, tiene facciones de rey Inca y cuando sonrie, que es todo el rato, sus blancos dientes resaltan sobre su piel morena. Alice es una preciosa francesa que trabaja en moda, va a desarrollar un proyecto muy interesante con una ONG, del que espero me informe cuando vuelvan a España.
  • Chi y Nathalie, dos canadienses de origen chino, ambos profesores. Una vez mas, se demuestra que la mayor parte de los canadienses son encantadores.
  • Bastian, un joven consultor danés (PriceWaterhouse) con muchas ganas de hacer el gamberro.
  • Pita, australiana, que va a pasar una año viajando y está en su primera semana. Es complicadísimo entender a los australianos, pero conseguimos comunicarnos.
  • Cédric y su chica, dos belgas menos comunicativos, les costó un poquito mas abrirse. Muy buenos en el trekking.
  • Laurence, no recuerdo de donde era, él, recien había terminado sus estudios y estaba de viaje. Tímido, pero también dispuesto a vivir la aventura.
  • Dos chicos coreanos muy jóvenes, yo creo que pareja, que no abrieron el pico. Autismo total que nos dió pie a algunas bromas. Nada que ver con mi amigo coreano David Lee, un tipo con gracia y energía y todo un seductor.

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Nuestra primera parada fue para ver a un poblado de mujeres jirafa, el sitio estaba totalmente preparado para los turistas. Las autoridades tailandesas han descubierto el filón que suponen estas mujeres para el público y han preparado un poblado que muestra cómo son y cómo viven. Lo cierto es que a pesar de esto, la visita es de los mas interesante. Son una minoria tibeto-birmana de la que muchos miembros huyeron a Tailandia, dispuestas a sobrevivir de lo que ofrecen los turistas, los reciben mostrando amablemente sus cuellos adornados con espirales de latón. Para ellas, esto es un símbolo de belleza que han mantenido a lo largo de los años. Muy trabajadoras, viven en una sociedad dominada por los hombres. Os dejo uno links que merecen la pena si tenéis curiosidad por esta tribu: Las Padaung, mujeres jirafaelmundo.es, y una radiografía que aparece en un artículo de National Geographic sobre como los collares no aumentan la separación entre las vertebras, si no que mueven la clavícula hacia abajo Neck animation Los comentarios que surgen giran en torno a la indignación por lo que estas mujeres sufren por llevar collares. No haría una valoración tan simplista, es su cultura y sus tradicciones, si pensamos en el atuendo femenino en occidente a lo largo de la historia, encontramos cosas realmente crueles para la comodidad y salud del cuerpo. Sin ir mas lejos, no hay mas que darse un paseo a las tres de la mañana por la Gran Vía y ver a las chicas caminar con tacones de doce centímetros que han llevado puestos durante horas. Lo que sí creo merece una reflexión, es la persecución y sufrimiento de este pueblo y la realidad que viven, estas mujeres al contrario que nosotras no pueden elegir si ponerse o quitarse el collar, es una cuestión de supervivencia.

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Después de parar en un mercado local, nos dirigimos a la zona donde daríamos un paseo en elefante de una hora por la selva. Estos animales son sobrecogedores de cerca y subirse a uno cambia la perspectiva de nuestro tamaño y fuerza. No es posible describir la belleza del paisaje desde lo alto del animal. Si los dioses se pasean, creo que lo hacen en elfante por la selva 🙂 En las fotos, una elefanta y dos cachorros, Alice y Walter en su paseo y un primer plano de mi gigantesco y precioso elefante.

A continuación el trekking, tres horas cuesta arriba por la montaña, con mil ojos y toda la atención del mundo en donde se ponen los pies. Lo volvería a hacer sin dudarlo. Genial cuando el camino era más fácil (a la dificultad se sumaba el suelo resbaladizo por la lluvia) levantaba la vista y no podía creer donde estaba. Eso sí, nunca en mi vida he sudado tanto. Nuestro guía, un tai majísimo, nos dió unos palos de bambú para ayudarnos en la subida y tuve un momento de risa para mis adentros pensando que nos decía la frase deChus Lampreabe en Mujeres al borde de un ataque de nervios, cuando entrega un palo a su nieto «Cuidalo, es un palo muy hermoso» una de esas míticas frases almodovarianas que no tienen precio.

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Cuando comenzamos a oir el ruido del agua de la cascada a la que nos dirigiamos, se nos abrieron las puertas del cielo. Un baño en ese momento era lo que mas podíamos desear. El lugar estaba concurrido, todas las agencias de la ciudad ofrecen estos recorridos, pero el sitio era precioso. Una horita para refrescarnos y a continuar. Llegamos al poblado donde ibamos a pasar la noche una hora más tarde, una pequeña aldea en lo alto de la montaña a la que no es posible hacer justicia con las fotos.

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La gente que vive allí, acoge a los turistas en sus casas de bambú. Construyen una habitación grande al lado de su vivienda y allí colocan unas colchonetas y unas mosquiteras. Cuando llegamos era de día y fuimos entrando en la ducha poco a poco.

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Después del esfuerzo, supo a gloria bendita. Me di un paseo por el pueblo antes de la cena y el paisaje era sobrecogedor. A las siete ya era de noche cerrada, y en un lugar sin electricidad, parecían ser las once, después de una cena riquísima estuvimos charlando un rato y nos fuimos a la cama. Creo que no me he acostado tan pronto desde que era muy pequeña. La frase ¡Buenas Noches! nunca ha tenido tanto significado como este día.

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De mercados, monjes y pamplonicas.

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Cuando viajo con Alex me relajo en lo que a informarme de los sitios donde vamos se refiere, él es una enciclopedia andante y me va contando. Aquí me toca enterarme de que va la vaina, así que esta mañana me he ido al Centro de Cultura y Arte de la ciudad de Chiang Mai. Una buena introducción a la historia local y una buena forma de evitar la calor cuandomas aprieta.
Tanta historia me dió hambre y una vez más elegí los mas exquisitos restaurantes de la ciudad, aquí una muestra.
Ayer se montó el Saturday Walking street y como no hay sábado sin domingo, hoy en varias calles del centro de la ciudad antigua ha estado el Sunday Walking Street. Básicamente el mismo mercado, con mas puestos y mas gente.
Sigo conteniendo los impulsos consumistas, me va a salir una úlcera, hay cosas de lo más cuco, bueno confieso, he comprado un pañuelo que me llamaba a gritos. Ha sido cuestión de salud, si no lo hago me hubiera dado un vahido.
Me he idodespués a ver un templo, elWat Phra Singh, espero que Buda sepa perdonar mi desliz consumista. Este Wat es considerado la estrella de los templos del casco antiguo, un maravilloso ejemplo de arquitectura Lanna. Alguna festividad religiosa tiene que haber mañana, por que los monjes estaban decorando el interior. Me senté a verlos trabajar, todo un espectáculo; en silencio, con movimientos lentos y parando de vez en cuando (alguno aprovechaba para llamar por el móvil) Pensaba en las que montamos en España cuando nos ponemos a hacer cosas en grupo.
 
Yo mandaba a media docena de estos señores a cada pueblo a decorar la iglesia para las fiestas patronales. Mas allá de como lo hacían, sorprendía lo que estaban haciendo; con flores, frutas, verduras, plantas y telas, diseñaban unos arreglos florales (o frutales) preciosos.
Otra muestra de la manera de hacer por estos lares es este señor de la foto, lo que estáis viendo es una reproducción de un monje muy venerado por aquí, da miedo acercarse, han reproducido cada arruga de la piel, cada lunar, los ojos acuosos de un anciano… Incluso muy cerca, dude de si era una persona viva.
Ala salida del templo, ya de noche, me acerque al mercadopara cenar algo y me encontré con un puesto de los famosos insectos que tanto gustan a los locales.. ´sí, lo hice, los probé, bueno en realidad pedí a la señora que me dejará probar uno. No están mal, un sabor a fritanga peculiar. Si tuviera que comerlos, porque no hubiese otro remedio,lo haría, pero prefiero un buen jamón, la verdad.
Durante el día he ido preguntando en varios sitios para irme un par de días a conocer tribus de la montaña, montar en elefante, trekking por la jungla, visitar alguna cascada y pasar una noche en alguna aldea de las tribus. Me voy mañana ¡bien!
Con mi viaje contratado y mas contenta que unas pascuas, me dispuse a celebrarlo tomando una cervecita Leo.
En la mesa de al lado había tres pamplonicas de lo mas majo, que me invitaron a a sentarme con ellas. Estuvimos charlando de nuestro viaje e impresiones, de tanto charlas nos tuvimos que tomar otra. Un rato muy agradable, me gustan mucho los tailandeses, pero es una gozada encontrarse con gente del Norte ¡Viva San Fermín!
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Y la luna se vino a Chiang Mai

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Vuelvo a Chiang Mai. La primera vez fue en Abril, en mi anterior viaje al Sureste Asiático, coincidió con la fiesta del Songkrang, que es el festival donde se festeja el Año Nuevo de Tailandia y se celebra con bombos y platillos, también conocido como el Festival del agua, lo que quiere decir que vas a estar calado hasta las cejas hagas lo que hagas.

En Chiang Mai es especialmente popular, se llena de turistas con pistolas de agua, cubos y muchas ganas de hacer el gamberro. Curioso de ver pero para un ratito, y no muy bueno si quieres conocer la ciudad. También hay actividades religiosas y recreativas , además de desfiles y la competencia de belleza «Señorita Songkran».

Hoy he podido disfrutar de este lugar sin tener que estar evitando cubos de agua a cada paso. 

El jet-lag hizo que no pudiese dormirme hasta las 4, pero a las 8 arriba y ducha de agua fría, el calentador eléctrico decidió no despertarse tan pronto, una horita de yoga y a buscar otro guest house algo mas barato. El CM Blue House cuesta 500 baths (unos 12€) pero encontré una habitación muy cuca con baño compartido por 150 baths (4€ aprox.) en Honey´s House, un hostal restaurante regentado por unos franceses muy agradables. Sólo tiene tres habitaciones, está construida toda en madera y muy limpia. Creo que no hay otros huespedes, así que sólo compartiré baño con los dueños.

Estoy en la ciudad antigua, todavía rodeada por un foso y los restos de una muralla medieval, aquí puedes ir andando a cualquier sitio, aunque en las horas de mas calor no es mala idea parar algún tuk-tuk. La ciudad es una mezcla de expatriados tailandeses, chinos, tribus indígenas y turistas occidentales, la mayoría jóvenes mochileros (como yo, bueno, al menos en lo de mochilera 🙂
Hoy es sábado, y se monta el Saturday WalkinrgStreet, mercado de artesanías de todo tipo en una calle cortada al tráfico. Me llevaría mil cosas, pero no he hecho mas que empezar el viaje y quiero seguir llevando una mochila ligera, además de que me he propuesto llevarme experiencias y no zarrias. Menos mal que no paro de caminar, si no, lo que me llevaría serían unos kilos, cada puesto de comida es una tentación en la que caigo. Hay veces que no se que estoy comiendo exactamente… pero todo está exquisito. Llegué al mercado cuando lo estaban montando, sobre las 16h, el calor era sofocante y la imagen de los «esqueletos» de los puestos un poco desoladora. Una vez montado se convirtió en una explosión de colores y sonidos (que duro ha sido no comprar nada) y sobre las 19h comenzó a llover intensamente y se hizo de noche. Un mismo lugar, tres escenarios distintos.
Terminé mi largo paseo con un feet massage de media horita, casi me duermo. Al terminar dudé de si mis pies iban a ser capaces de sostenerme, me acordé de una frase que dice mi madre «echarse los pies al hombro» que viene que ni pintada.
La Lonely recomienda compra el Map Guide to Chiang Mai, de Nancy Chadler y lo encontré en una fantástica librería de las muchas que hay en la ciudad, Gecko Books (con un lugar como este, se puede quedar uno aquí una larga temporada). Con mi nuevo mapa y dispuesta a explorar nuevas calles, me dirigí a la zona de la guest house y con mi nuevo mapa y mi disposición, me perdí, algo realmente complicado aquí y muy común en mi. La luna se ha venido esta noche a Chiang Mai y creo que me echo un cable para encontrar mi hostal. Hoy voy a dormir como un ángel.
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Bangkok, el cumpleaños de la reina

  
Pues sí, hoy es el cumpe de la reina Sirikit. Aquí adoran a los reyes, parecen tener un respeto casi sagrado a sus monarcas. Es fiesta nacional, día de la madre y las calles se adornan con banderas y flores. El color de la reina es el rosa (el del rey el amarillo) y he visto grupos de tais vistiendo camisetas de este color.
Mi día ha empezado en Bangkok y ha terminado en Chiang Mai. A las 6.30 estaba arriba, en parte por que mi cuerpo sigue adaptándose al cambio de horarios y en parte porque me parece una perdida de tiempo dormir, con la cantidad de cosas que se pueden ver y se pueden hacer en una ciudad llena de estímulos.
Una hora y media de yoga me ha preparado para enfrentarme a mi último día en Bangkok antes de subir al norte. Me encanta salir a la calle y comenzar el día con un zumo de mandarina de los que venden en la calle, es riquísimo, soy superfan de la fruta tai. Desayunando en Khao San en uno de los muchos wifi free restaurantes, he estado viendo si alguno de los hostales a los que escribí ayer en Chiang Mai me daba alojamiento para esta noche.
Llegaré sobre las 23h y no quiero arriesgarme a no tener donde dormir, con la fiesta el alojamiento se complica. Parece que tendré un sitio. 
He pasado el día caminando por la zona; cafés en sitios bonitos (Fabolous Bar , precioso local y magnífica carta de cafés y postres, merece la pena. Salad on demand, pequeñito y agradable), comida de los puestos de la calle, paseo hasta el río y cotilleando en las tiendas de comestibles donde compran los locales.
Aquí tengo que hacer una confesión, me encantan los mercados de comida, los sitios que no son para turistas y donde se ve lo que comen los locales. Somos lo que comemos y los mercados y las tiendas de viandas tailandeses son tan coloristas y originales como su gente. La influencia china hace que los productos sean de lo mas extraño para los occidentales. Confieso también que no dejo de entrar y cotillear en los supermercados.
Después del check out me he ido a coger un bus al aeropuerto, el tráfico con la fiesta está imposible, así que si no quería perder el avión a Chiang Mai, tenía que coger un taxi.
La suerte quiso que me encontrase con unas españolas en la misma situación, así que compartimos taxi y conversación. Es increible como un mismo sitio puede ser tan distinto según quien lo viva, estas chicas estaban viajando como yo (mochila y aventura) y no estaban disfrutando nada de la experencia. Cuando me contaban, parecía que habían estado en otro país; los tais les parecían de poco fiarse, la comida les daba asco, el calor las anulaba y acumulaban un listado de penurias vividas en los días que llevaban. Esto me ha hecho pensar sobre lo importante que es la actitud con la que te enfrentas a las cosas en la vida, el color de cada instante lo vamos poniendo nosotros según como estemos y de eso dependen nuestras experiencias. Ni mucho menos las estoy juzgando, seguro que son mujeres valientes y vitales si han decidido viajar de esta manera, pero me da que han entrado en bucle y no van a disfrutar mucho. De cualquier manera, ha sido muy enriquecedor darme cuenta de esto. Ni que decir tiene, que sigo pensando que cada instante de este viaje en u regalo.
El viaje a Chiang Mai en avión es de sólo una hora, como tenía previsto llegué a mi guest house (CM Blue House) sobre las 23h. El tipo de la recepción estaba dormido como un tronco, después de hacer todos los sonidos que se me ocurrían, dar golpes con los pies y en el mostrador, poner sonidos del móvil… no me quedó otra que zarandearle para que despertase. Si el inglés de un tai es complicado de entender, ni te cuento lo que es el de un tai recien despertado. Por fin, me dio la llave de mi habitación, que no está mal. 
A esas horas, seguía sin cenar. Salí a la calle y para seguir con mis preferencias en lo que ha comida se refiere, me senté en un puesto de la calle a comer unos noodles con una Leo beer, que me compré en el 7eleven. Me rechifla comer en estos sitios ¿tendré estómago de perroflauta?
Hoy me voy a acostar bastante tarde, no he querido hacerlo sin escribir el blog. Ha sido un bonito día ¡Feliz cumpleaños Su Majestad!
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De Madrid a Bangkok, una de cal y otra de arena


Madrugón, a las 6 arriba. Ducha y a la T4. Facturar el equipaje es un alivio, porque me libro del peso de la mochila que esta vez solo ha pesado 7,5kg, pero también una inquietud por no saber si llegará a su destino. No termino de fiarme de que con la escala de por medio mis cosas lleguen a Bangkok. Miro mi mochila con cariño y cruzo los dedos. Antes de embarcar hago las gestiones por teléfono para contratar una tarifa de móvil mas barata, no tiene sentido que si no voy a usar el móvil en Asia, pague una tarifa plana e Internet. Llamadas para despedirme de la familia y de Alex y embarco hacia Amsterdam. Me toca sentarme al lado de dos cotorras que no paran de hablar en las dos horas de viaje, ¡qué cruz!
En el aeropuerto de Amsterdam comienza la aventura de la escala. Pregunto y me indican que vaya al mostrador de transfer T9, está en la otra punta del aeropuerto y me lleva unos 15 minutos llegar a paso ligero. Tengo dos horas hasta que salga el avión, pero hasta que no tenga la tarjeta de embarque no me quedo tranquila. En el mostrador no hay nadie de China Airlines y la chica que está allí me manda a la puerta de embarque, otra carrera para encontrarla, pero allí tampoco hay nadie de la compañía, que pueda decirme como conseguir mi tarjeta. Pruebo con las máquinas donde otros viajeros están sacando las suyas, nada, aquí tampoco la emiten. En un punto de información me mandan al mostrador T6 de KLM, que según parece tiene una alianza con China Airlines y se supone pueden ayudarme. Me avisan que corra, que tengo que embarcar en poco tiempo; a correr se ha dicho. Cuando llego hay cola, pero un ángel con uniforme de KLM me cuela al mostrador.
Cuando parece que lo voy a conseguir, la azafata que me atiende me pregunta qué si tengo visado. Al estar más de un mes, cree que me pueden poner problemas en Bangkok para entrar si no tengo una manera de demostrar que voy a ir a Laos y luego volver a Tailandia. Mantengo la calma mientras imagino mi mochila dando vueltas solitaria en la salida de equipajes, mientras yo trato de convencer a las autoridades tailandesas… El visado es parte del precio del billete de avión y no hay problema para entrar en el país, pero es cierto que solo se concede por un mes.
Recurro a las respiraciones que hacemos en yoga y pienso en positivo, esta mujer comienza a leerme la normativa que confirma su teoría, pero en un arrebato de buena voluntad llama a algún compañero de China Airlines, que le indica que no hay problema en que emita el billete y me lo dé de una puñetera vez. Corro que me las pelo a la puerta de embarque. La gente está entrando pero la cola es larga, así que me da tiempo a comprar algo de comer para el avión, estoy con un vaso de soja desde que me he levantado y mi estómago se está empezando a encoger. Haciendo honor a la ciudad de los quesos, me compro uno de untar con unas galletitas.
En la fila se demuestra que el concepto de higiene personal y tolerancia a los olores corporales es distinto en otros países, cruzo los dedos para que uno de los portadores del tufo que me está llegando no sea mi compañero de asiento.
Y después de toda la aventura, entro en el avión, una de cal y otra de arena: no se porqué pero… ¡tengo un asiento en business! Ni el mismo Mao va a conseguir moverme de aquí, me lo he ganado, sí señor. Ni me entero del viaje, entre las pelis que veo en la pantalla de mi asiento, las comidas y las horas que me paso durmiendo, cuando me quiero dar cuenta he llegado.
Sólo hace unos meses que estuve aquí, así que todo es familiar y fácil. Después de la cola de inmigración me voy a por mi mochila. He sentido lo mismo al verla que cuando me encontré con mi flamante asiento de business. Sacar dinero y a departures para coger un taxi, que es mas facil que en llegadas. Contrariamente a lo que me esperaba, el taxista decide no hacer más que un par de preguntas y me lleva a Khao San. Me voy derechita a Chanasonkrang, donde están las guest houses donde estuvimos en abril. Miro varias por la calle y finalmente me quedo con una habitación con baño en New Siam Guest House, el último hostal en el que estuve el viaje anterior.
No es muy barato, 520 baths (unos 12€), pero es cómodo y está limpio. Esta noche necesitaré descansar bien. Con habitación y después de una ducha, hago una horita de yoga para empezar el día con las pilas cargadas. Mientras me tomo un plato de fruta en el restaurante del hostal (¡qué rica es la fruta aquí!) me organizo un poco el día.
Comienzo con un largo paseo por las calles de la zona, que me da “gusa”, así que me voy directa al puesto de Padtai y me como un plato hermoso sentada en un bordillo, mientras trato de adivinar la nacionalidad de los mochileros que van pasando por la calle. Completo la comida con un pincho de pollo de otro puesto callejero y me voy directita al restaurante del Wild Orchid. A Alex y a mi nos encantó este sitio, así que es el que he elegido para empezar este diario mientras me tomo unos capuccinos. 
Supongo que mis crónicas del viaje no serán tan extensas como esta, estoy haciendo tiempo hasta que pare la lluvia que ha empezado hace un rato. La verdad es que se agradece, el calor de hoy estaba siendo sofocante. El resto del día será tranquilo, comprar billete a Chang Mai, buscar por Internet un alojamiento allí, un masaje que vuelva a colocar los músculos en su sitio y un capricho… manicura y pedicura tailandesa, todo por unos 300 baths (unos 7€), un lujo asequible después de un día intenso.